Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 3 de octubre de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Castelar y al Sr. Pi y Margall
Número y páginas del Diario de Sesiones: 130, 3.801 a 3.807
Tema: Suspensión de las garantías constitucionales

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Esperaba, Sres. Diputados, tener que mediar en una gran batalla; pero no ha sido así. Sin que yo quite la importancia a los oradores que han tomado la palabra en este debate y sin que deje de reconocer las dotes de los que han pronunciado sus discursos, declaro sinceramente que han dicho muy buenas cosas, pero que no venían al caso.

Se estaba discutiendo una ley extraordinaria para [3801] circunstancias extraordinarias. Nadie lo hubiera creído sin embargo. El Sr. Castelar ha estado brillante con siempre, pero no ha dicho ni más ni menos que lo que otras veces. Lo mismo le ha sucedido al Sr. Orense, y tanto como a ambos, pero poco menos, le ha sucedido mismo al Sr. Pi y Margall. Yo no me levantaría a molestar la atención de los Sres. Diputados; pero ya que me levanto, no he de pronunciar un discurso: voy tan solo contestar concretamente a algunos hechos que se han dicho aquí con inexactitud, y a rebatir algunos cargos al Gobierno; y prescindiendo de todo adorno oratorio y de todo preámbulo, entro desde luego en materia.

Empezó su discurso el Sr. Castelar lamentándose de que habiendo sido amigo de nosotros hasta ahora, en adelante no pueda ser más que enemigo irreconciliable. Y me lo sospechaba yo; pero era necesario haber oído eso de S. S., y confirmado con otras palabras y con algunas pronunciadas aquí por los oradores que han tomado parte en el debate. Porque, Sres. Diputados, yo he de llamar la atención de las Cortes Constituyentes acerca del carácter, del objeto, de la tendencia que puedan tener de hoy en adelante los discursos pronunciados por los Diputados republicanos. Los gobiernos pueden faltar a sus deberes pueden conculcar la ley, pueden violar las garantías constitucionales; pero los pueblos libres tienen siempre recursos legales o medios legítimos para hacer a los gobiernos responsables de semejantes atentados.

Un Gobierno falta a la ley, viola una garantía constitucional; pero quedan libres todas las demás garantías constitucionales, pero es libre la prensa, pero la palabra no se ve amordazada, pero están abiertas las puertas del Parlamento, pero tienen expedito el camino de hacer responsables a los gobiernos y de volver por los fueros de la ley y del derecho; pues entonces la apelación a la fuerza un crimen. ¿Falta el Gobierno a todas las leyes? ¿Vio la todas las garantías constitucionales? ¿Amordaza a la prensa? ¿Obliga a la tribuna a permanecer muda? ¿No tiene el ciudadano derecho para hacer conocer su razón. Pues entonces los pueblos tienen expedito el camino de la insurrección: cuando la fuerza de la ley no basta a los pueblos libres contra los desafueros de los. gobiernos, apelan a la ley de la fuerza contra la opresión y la tiranía apelan a las armas. Una de estas dos cosas hay que admitir; pero lo que no cabe, lo que no es admisible bajo ningún concepto, es que pueda apelarse a la vez a los dos medios; que al mismo tiempo se apeló en el Parlamento a fuerza de la ley, y en el campo a la ley de la fuerza, de las armas: que bajo el nombre de un mismo partido, con una misma bandera, se apele en las montañas a la guerra y en el Parlamento a los discursos. ¿0 es, señores Diputados, que hay dos banderas republicano-federales completamente distintas; dos fracciones, la una rebelde facciosa, que pisoteando las leyes apela brutalmente a las armas, y otra fracción leal, que condena la insurrección y quiere hacer valer su derecho dentro de la ley? ¿0 es que no hay más que una sola bandera republicano-federal, que se manifiesta arrogante y soberbia en los campos capitaneando la insurrección, y al mismo tiempo viene hipócrita a la tribuna a ayudar secreta e indirectamente son sus discursos la insurrección de los campos? ¿0 son dos fracciones de republicanos federales, una sensata y legal, que no quiera nada fuera de la ley y que mientras hay una tribuna y una prensa libre como el aire, rechaza condena la insurrección aquí como contraria a la libertad y otra fracción republicano-demagoga, rebelde y facciosa, que prescindiendo del Parlamento y de la prensa pisotea la ley y quiere hacer valer sus derechos por encima de la soberanía nacional con las armas en la mano? ¿0 son la misma cosa una y otra, y en vez de rechazarse se apoyan mutuamente y se ayudan una a otra?. Pues sepámoslo: las dos a la vez no pueden ser; y como dije antes, o la fuerza de la ley, o la ley de la fuerza. Si lo primero, si son republicanos federales que quieren ante todo la ley y a su sombra luchar dentro de la ley misma, para realizar sus aspiraciones por medio de la ley, y dentro de la ley, con esos republicanos discute, y con mucho gusto el Gobierno, y lucha con las armas parlamentarias: con republicanos demagogos que se insurreccionan contra las leyes, contra la autoridad del Parlamento, republicanos rebeldes y furiosos que teniendo abiertas todas las válvulas la libertad van a coger las armas para combatir la soberanía de las Cortes Constituyentes, con esos no discute Gobierno; a los facciosos y rebeldes no contesta el Gobierno más que a tiros. Dice el Sr. Castelar que en ese sentido es enemigo irreconciliable del Gobierno desde hoy séalo enhorabuena: el Gobierno lo será también en el mismo sentido de S. S. Pero sepámoslo; es necesario saber el Gobierno ha de tratar a S. S. como adversario político en el Parlamento, como adversario legislador, o si ha de tratarlo como rebelde y faccioso.

Siguiendo el orden de las ideas del Sr. Castelar, no decía que esta era la última hora de la libertad, y si no de la libertad, la última hora de la vida parlamentaria. No Sr. Castelar: como llegaríamos a la última hora de la libertad seria siguiendo los cosas por el camino que partido republicano pretende llevarlas. Pero así no pueden seguir, y así no seguirán; y no seguirán en bien de la libertad, y no seguirán para salvar a la Patria de los horrores de las anarquías para ese fin pedimos una autorización, respecto a la cual niega S. S. hasta el derecho del Gobierno para solicitarla: y poco importaría que negara este derecho al Gobierno; pero es que además intentaba negar a las Cortes Constituyentes el de concederla Pues las Cortes han hecho la Constitución que S. S. ha sancionado discutiéndola, como todos los Diputados; esa Constitución prevé el caso actual y prescribe reglas para resolverlo. La Constitución se cree impotente en circunstancias extraordinarias. O han llegado o no esas circunstancias: si han llegado, el pedir la ley extraordinaria para combatir esas circunstancias, es, no sólo un derecho del Gobierno, sino un deber imprescindible, como es en la Asamblea concederla. Desde el momento que la Constitución prescribe que haya leyes extraordinarias para circunstancias extraordinarias, se declara impotente para estas circunstancias; y si éstas han llegado, no sólo están en su derecho y en su deber el Gobierno y las Cortes pidiendo aquel y concediendo éstas esa ley extraordinaria, sino que serían altamente censurables si no lo hicieran. Cumplen, pues, con su deber los dos, el Gobierno y las Cortes, el primero pidiendo la ley extraordinaria, la segunda concediéndosela.

Pero decía S.S.: en otras ocasiones, en épocas liberales, no ha habido tanta prisa para conceder esas autorizaciones; y citaba los años de 36 y 48. En el año 36 cuando las Cortes discutían si había de concederse la autorización que el Gobierno demandaba, no había necesidad de ella. El país todo estaba declarado en estado de guerra, y las leyes por que se regía eran los bandos de los capitanes generales, y los bandos de los capitanes generales no eran más suaves que la suspensión de las garantías que hoy se propone. No había, pues, prisa en que las Cortes concedieran una autorización para gobernar con leyes extraordinarias cuando los mandatos de los capitanes generales eran leyes en la mayor parte de las provincias. [3802] Mil ochocientos cuarenta y ocho. En este año pidió autorización el Gobierno, y las Cortes se la concedieron cuando no había un sólo sublevado en España. Entre el 26 de Marzo y 7 de Mayo, cuando se dio esta autorización, ¿había ningún enemigo con las armas en la mano (El Sr. Garrido: En Cataluña.) Entonces no había nadie. ¡Qué diferencia de situaciones!

¿Qué libertad había en aquella época en la tribuna y en la prensa, comparada con la de hoy? Pues qué, ¿la imprenta podía decir lo mismo que ahora? ¿existían entones los derechos de reunión y de asociación? ¡Cómo se desconocen los tiempos y las circunstancias! Yo aseguro al Sr. Castelar que si estas circunstancias que estamos atravesando fueran las de 1848, no sólo no hubiéramos pedido la autorización que entonces se demandó a las Cortes, sino que ni nos hubiera pasado por la imaginación semejante cosa; no la necesitaba el Gobierno para nada.

Que sí es necesaria la autorización que se ha pedido Sólo pueden ponerla en duda el Sr. Castelar y sus amigos. Yo no dudo de la buena fe de nadie; creo sinceramente en que sinceramente también lo creen; pero convengamos en que es necesario hacer un grande esfuerzo para creerlo así La situación es difícil; es difícil para el Gobierno, lo es para las Cortes, y es aun más difícil y peligrosa para la misma libertad.

Decía el Sr. Pí (y voy a ver si enlazo los argumento de unos y otros en lo que tengan de semejantes para abreviar) que el Gobierno ha tratado con mucha consideración A los carlistas y con gran rigor a los republicanos que el Gobierno no necesito leyes especiales para los carlistas, y ahora las pide contra los republicanos. En primer lugar, debo decir que entonces no estaban abierta las Cortes, y que aun cuando hubieran estado abiertas, u hubiera pedido autorización ninguna porque no nos inspiraba cuidado de ninguna especie el levantamiento carlista; pero nos inspiran, no temor, más sí gran disgusto los republicanos, precisamente porque se sublevan en nombre de la libertad, y el Gobierno quiere acabar pronto con la insurrección para evitar el peligro que S. S. teme porque cuando un Gobierno liberal lucha con un partido que se llama más liberal que él, si la lucha dura mucho tiempo, es de temer que el Gobierno vaya donde nosotros no queramos ir, y donde el Gobierno no irá: a la reacción. Precisamente porque tememos que la libertad pueda peligrar, queremos concluir inmediatamente con la insurrección que tiene alarmado al país.

Además, hay una circunstancia notabilísima. Los carlistas luchaban con sus propios medios y recursos mientras los republicanos luchan con los recursos y medios que el Gobierno les ha proporcionado. El Gobierno les ha consentido organizarse por medio de la Milicia ciudadana, y les ha facilitado armas y municiones y toda clase de medios con los que atacan al Gobierno los llamados Voluntarios de la Libertad, ¡ah! Voluntarios de la reacción. (Los Sres. Pi y Sorní piden la palabra). Sí, llamo Voluntarios de la reacción a los que se sublevan con las armas que el mismo Gobierno les ha facilitado para defender las leyes, y en su lugar con ellas quieren sobreponerse a los acuerdos de las Cortes Constituyentes. Ya ve el Sr. Pi cómo están justificadas ciertas medidas tomadas en estos momentos, que no se tomaron cuando amenazaron los carlistas.

Que a dónde vamos con la dictadura, y para qué la queremos. Vamos a la libertad, y estamos decididos a salvarla. ¿Y sabe S. S. cómo? Ahogando la anarquía; porque, Sres. Diputados, es muy triste decirlo, pero es necesario. La revolución de Septiembre ha tenido la singular suerte de ver destruidos todos los obstáculos naturales, todos sus enemigos naturales, al año escaso de su nacimiento. La pez existe en el interior como en el exterior: la paz interior, porque están destruidos todos los obstáculos naturales de la libertad; la paz exterior, porque las naciones nos han reconocido con respeto y con simpatía. Y he dicho que la revolución ha tenido la singular suerte de acabar con sus enemigos naturales al año escaso de su nacimiento, porque la verdad es que el carlismo está expirante, o mejor, que los isabelistas y la reacción están expirando y que se están celebrando las exequias del carlismo: la reacción está muerta hoy a los pies de la libertad. ¿Y de dónde viene el único obstáculo serio que ha encontrado la revolución en su majestuosa marcha? Señores Diputados, así como a la sombra de la religión nace el fanatismo, así también a la sombra de una idea nueva y mal comprendida ha nacido la exageración y la anarquía; absurdo que consiste en gobernar con el desgobierno. Este sistema se ha infiltrado en las últimas capas de la sociedad, donde la falta de instrucción ha hecho que sean admitidos ciertos principios sugeridos por agentes malévolos; y estos son los obstáculos a las mejoras y progreso de la libertad en este país. La demagogia, señores Diputados, la que a la sombra de la libertad y cuando luchábamos con los carlistas, apoyaba a la reacción y procuraba debilitar la energía del Gobierno amortiguando la acción de la autoridad para combatir precisamente a los amigos de la reacción: ella es Sres. Diputados, la que en nombre de la libertad, cuando los reaccionarios nos combatían en los campos, ofrecía su mano derecha a la defensa de sus principios, al mismo tiempo que tendía cariñosamente la izquierda, por estar más cerca del corazón, a sus adversarios nobles y leales, hablando de los carlistas: ella es la que en nombre de la libertad, cuando la libertad se veía combatida por la reacción, y después de abrir una campaña infructuosa en la prensa para ayudar a los carlistas, se marchaba a Andalucía a predicar las ideas más subversivas, a promover conflictos y a impedir la acción de las autoridades en una parte del país: ella es, señores Diputados, la que, combatida la reacción por el ejército y la fuerza ciudadana, en nombre de la libertad pintaba victorias para los carlistas y derrotas para nosotros, y lo que es peor, maltrataba infamemente a nuestro ejército, suponiéndole completamente desorganizado: ella es, Sres. Diputados, la que en la parte que contaba en las corporaciones populares, negaba su apoyo el Gobierno y a las autoridades para combatir a los carlistas y a los perturbadores del orden: ella es, Sres. Diputados, la que en nombre de la libertad, al mismo tiempo que teníamos que combatir con los carlistas en los campos, provocaba conflictos en las ciudades, agitaba las masas por medio de la prensa y de los clubs, amenazaba con sublevaciones y retenía en las ciudades a nuestras fuerzas: ella es, señores, la que aunando sus esfuerzos con los carlitas y con los amigos de la reacción, se ha valido de los mismos medios y ha puesto en juego los mismos resortes que estos para combatir a los que creemos que en la salvación de la libertad y del orden está el triunfo de la revolución: ella es, Sres. Diputados, la que en nombre de la libertad pretendía impedir el embarque de nuestros soldados para ir a defender los intereses de los españoles, la integridad de nuestro territorio y la honra de la Patria al otro lado de los mares: ella es, Sres. Diputados, la que, recogiendo bajo su bandera la escoria social, da fuerza con su nombre a los malos elementos del pueblo; y los malhechores, y los escapados de presidio, y los sujetos a [3803] la vigilancia de la autoridad, convertidos en soldados partido, en campeones de una bandera, en corifeos de una idea, se imponían en los pueblos a los hombres honrados y cometían toda clase de fechorías: ella es, Sres. Diputados, la que con sus predicaciones subversivas exaltaba los desmanes, daba aliento a los malvados y era causa de malestar que siente este país, de la perturbación porque está pasando la Nación española y de los males que llora la Patria: ella es, en fin, el origen de todos los excesos cometidos, la razón de todos los conflictos, y la causa, origen y la razón de asesinatos cometidos contra autoridades indefensas.

¿No habéis tenido valor para desprenderos de ello? ¿Lo tenéis ahora? Pues decidlo, y juntos salvaremos la libertad, que todos unidos haremos innecesarias las medidas excepcionales; pero si no estamos juntos y dais a la demagogia por debilidad o por temor una fuerza que por sí sola no tendría, o la prestáis vuestro concurso moral material, o la concedéis vuestra actividad, vuestro talento y vuestra palabra, entonces son de absoluta necesidad medidas extraordinarias para extirpar de raíz tan venenosa planta. (El Sr. Orense: pido la palabra para rectificar).

No es que yo achaque parte de esos atentados, o todos esos atentados, a todo el partido republicano; pero he de achacarlos a quien los ha provocado o cometido; y el Sr. Pí y Margall, que daba con, importancia a la muerte del señor secretario del gobierno de Tarragona, no está en lo seguro, no está en lo justo al decir que el asesinato del Secretario de Tarragona ha sido un hecho aislado producido por un criminal, sin relación con ningún partido, cometido por el que se introduce quizás en las filas de un partido, más que con la intención de asesinar, con la de deshonrar a ese partido. No: el partido republicano federal de Tarragona se reúne oficialmente, se reúne con su comité republicano federal a la cabeza, con sus insignias oficiales, con sus motes y banderas: y se reúne ¿para qué? para recibir a un jefe del mismo partido, jefe reconocido en toda España, que además reúne la. circunstancia de ser teniente general de los ejércitos y representante de la Nación española. El partido republicano, pues, de Tarragona estaba oficialmente reunido: allí estaban sus jefes locales, allí había un jefe reconocido es toda España, allí tenía sus banderas, allí tenia sus motes, allí daba sus gritos y sus vivas a la idea que quiere representar. Ocupa su puesto de honor el jefe de ese partido, marcha la comitiva; y un funcionario público, indefenso, quiere presentarse para advertirle que estaba fuera de la ley llevando motes y banderas contrarios a lo que la Constitución del Estado, sancionada por las Cortes, tiene consignado. Y ¿qué sucedió? Yo no le he oído decir ahora. nada de las palabras que pronunció ese jefe del partido republicano federal, el general Pierrad, en aquel momento; yo no debo ocuparme ahora de si esas palabras pudieron o no pudieron influir en las masas; pero es la verdad, Sres. Diputados, que al lado de ese jefe republicano federal, que junto al comité directivo del partido republicano federal, que en medio de ese partido, salieron las voces infames de " ¡muera y no darlo cuartel ¡" sin que una voz honrada se levantara para ahogar tales criminales voces. Y al lado de ese jefe republicano federal, y a la vista de su estado mayor, el comité republicano federal de Tarragona, y en medio del partido republicano federal de esta ciudad, se levantó un brazo asesino, sin que un brazo honrado se levantara a contener el brazo asesino. Y al lado de ese jefe republicano federal, y al lado de ese comité republicano federal en medio de ese partido republicano federal, ese funcionario indefenso, cae digno empleado público, ese honrado ciudadano, cae atravesado por en cuarenta puñaladas, es apaleado y pisoteado, es después atacado por los pies, y es, por último, arrastrado por las calles sin que un corazón honrado estalle de dolor ante atentado semejante. Y los gritos, de " ¡Viva la república federal!" no se apagan ante aquel espectáculo horrible, y la banderas de la república federal no se pliegan ente aquel crimen monstruoso, y los corazones republicanos federa les no se exaltan ente aquel delito cobarde.

Los ayes de la víctima y los aullidos de los verdugos quedan apagados por las alegres notas de un himno patriótico, y la comitiva continúa bulliciosa y entusiasmada su marcha triunfal, dejando atrás aquel horroroso drama Concluida la carrera triunfal, la comitiva se disuelve, la banderas republicanas desaparecen, sin que el comité republicano federal de Tarragona, ni nadie con carácter de jefe del partido, se presentara a la autoridad a protestar contra tan horrendo crimen; y el jefe republicano federal en cuyo honor se celebraba función tan singular, desaparece de aquella ciudad sin presentarse tampoco a la autoridad, ni como jefe del partido, ni como Diputado de la Nación, ni como general del ejército español.

Yo no sé quién es el asesino, el autor de ese horrible homicidio: el país juzgará. Lo único que sé es que se ha cometido en medio de una reunión oficial del partido republicano federal, con sus banderas, con sus motes, con sus aclamaciones y con sus jefes: lo único que sé, es que detrás de esa reunión oficial del partido republicano federal de Tarragona no quedaron en la población más que consternación de los corazones honrados, una víctima y un asesino: la víctima es el malogrado secretario de gobierno civil de la provincia de Tarragona. ¿Quién es el asesino?

Pero el Sr. Pi y Margall, como una grande y poderosa razón para que no se nos conceda la autorización que se pide, para que no se nos otorgue la ley excepcional que demandamos, decía a los Sres. Diputados: "No deis esa dictadura, porque la dictadura ha sido siempre origen de grandes desastres." Y el Sr. Castelar, citando hechos históricos, nos hablaba de un secretario condenado de muerte por equivocación. Y de un comandante fusilado por error a consecuencia de una de estas dictaduras. ¡Ah, señores! Si esa fuera bastante razón para condenar las dictaduras, mal estaríamos todos con la libertad, tal y como vosotros la comprendéis, porque ella sólo ha producido más equivocaciones desastrosas y más errores desgraciados que todas las dictaduras porque ha pasado nuestro país.

Después, el Sr. Castelar, siguiendo su costumbre de siempre que se dirige a las Cortes Constituyentes, se ha entretenido en hablarnos de rey, de república, de monarca extranjero y de monarca nacional. Como esto se halla fuera de la cuestión, no quiero yo entretenerme ni entretener a los Sres. Diputados, ocupándome del asunto que no es del caso: en su día vendrá la cuestión de rey, y entonces la trataremos. Respecto de esto, únicamente iré, por lo que toca a la dignidad del Gobierno, al prestigio de las Cortes Constituyentes y al decoro de la Nación española, que en este particular, si ha habido alguien que ha rechazado la corona de España, ha sido antes de que oficialmente se le ofreciera, no como desaire al país, sino porque cada cual tiene su modo de ver las cosas, y hay personas que no quieren ser reyes ni de España ni de ningún otro pueblo, sin que de ello resulte desdoro para nadie.

Se ha hablado de violación de derechos, queriendo [3804] justificar, hasta cierto punto, la insurrección armad Señores, no hay derecho ninguno violado, absolutamente ninguno. Lo que ha habido es una lenidad extraordinaria una tolerancia que no ha debido haber, aunque no pesa haberla tenido. Yo creí que el partido republicano no se dejaría arrastrar por la demagogia: yo creí que el partido republicano encontraría en la práctica de la libertad los naturales límites de los derechos individuales; pero confieso que me he equivocado.

¿Dónde, en qué país del mundo ha habido una libertad de imprenta más amplia? ¿Dónde, en qué país del globo los derechos de reunión y de asociación han sido más libremente ejercidos? ¿Dónde, en qué país de la tierra se han respetado esos derechos con más buena fe por parte del Gobierno y han podido practicarse con mayor latitud y hasta con mayor abuso por parte de los ciudadanos? ¿Dónde, en qué país conocido se han ejercitado con más amplitud todos los demás derechos individuales consignados en la Constitución del Estado? ¿Y dónde, cuándo han sido esos derechos conculcados? ¿Qué derechos hemos conculcado nosotros?

¿El de imprenta? ¡Ah, señores! Decidme si ha habido alguna época en algún país donde la prensa haya tenido mayor suma de libertad para poder escribir, como se escribe hoy mismo, como escriben todos los días ciertos periódicos, que dicen a todas horas que no hay libertad de imprenta, que los rebeldes tienen razón para sublevarse que el Gobierno es quien tiene la culpa de la insurrección de Cataluña, y excitando un día y otro día a la rebelión. Se dice que no hay libertad de imprenta, y hay periódicos que vienen a todas horas preconizando el heroísmo de los rebeldes, aprobando la conducta de los sublevados y censurando la del Gobierno. Se dice que no hay libertad de imprenta, y me da vergüenza el leer ciertos periódicos, no por el efecto que en mí produzcan, sino porque me sonroja la idea de que puedan leerse en el extranjero. Se dice que no hay libertad de imprenta, y se dice por los mismos que de la imprenta se valen para publicar una protesta completamente subversiva, contra la circular del Ministro de la Gobernación. Se dice que no hay libertad de imprenta, y se escribe, y se imprime lo que ni se escribe ni se imprime aun en esos países que con frecuencia nos presentáis como tipos de pueblos libres.

Derechos de reunión y de asociación. ¿En qué y cuándo hemos mermado esos derechos? ¿Acaso no han gozado de una libertad tan amplia, tan extraordinaria, como no se ha conocido en ninguna parte fuera de las épocas de locuras revolucionarias? Que no hay libertad de reunión de asociación: y esto lo dice el Sr. Castelar al poco tiempo de volver de Zaragoza, donde ha asistido a una reunión que no quisiera verdaderamente recordar, en la que se han dicho las cosas más extraordinarias, en la que se han dado vivas a la república federal, forma de gobierno condenada por la Constitución del Estado, en la que se han proferido gritos subversivos, en la que por alguno oradores se ha excitado clara y terminantemente a la rebelión, y en la que, por último, se han exigido juramentos solemnes a la faz del sol para no cumplir los acuerdos de las Cortes Constituyentes. No hay libertad de reunión, y el Sr. Castelar ha podido pedir y obtener en un últimamente celebrada un juramento sedicioso, puesto que ese juramento se encaminaba a desconocer y atacar la autoridad de las Cortes Constituyentes, que representan la única soberanía de la Nación, siendo así que el Sr. Castelar, o al menos algunos de sus compañeros, se han negado a jurar y firmar la Constitución del Estado.

¡No ha habido libertad de asociación, Sres. Diputados, y es escandaloso cómo se ha querido hacer y cómo se ha hecho uso de ese derecho, y el Gobierno lo ha tolerado creyendo que el mismo abuso, la misma experiencia del abuso, su misma exageración, llegaría a establecer el uso regular y prudente ¡

¡No ha habido libertad de asociación, y saben todos los Sres. Diputados, los que viven en Madrid por los clubs de Madrid, y los que viven en provincias por los clubs de provincias, que no sólo se tenía amplísima libertad, sino que se llevaba hasta la licencia, aprovechándose de ella para excitar a la rebelión y hasta para amenazar al Gobierno!

¡No ha habido libertad de asociación, y han podido verificarse esos pactos federales, en alguno de los cuales se proclama la legitimidad del derecho de insurrección aun en estos mismos momentos! Y a la sombra del derecho de asociación se constituye un Estado dentro de otro Estado, pues todos esos pactos no son más que Congresos particulares con un Congreso o pacto federal central: y se constituyen ayuntamientos y Diputaciones, y delegados en todas partes; y en una palabra, se forma, vuelvo a decir, un Estado dentro de otro Estado, lo cual no es permitido por la ley fundamental, porque subido es que las asociaciones tienen por la Constitución misma un límite determinado, no permitiéndose las que ataquen, quebranten o comprometan la seguridad del Estado.

¡No ha habido libertad de asociación, y han existido aquí y en todas partes clubs que tenían sus tribunales y que condenaban a muerte a quien tenían por conveniente, a pesar de que su partido está siempre predicando la abolición de la pena capital, en cuyos clubs se condenaba a esa pena a muchos de los Sres. Diputados; en que también se me hacia a mí la honra de imponérseme igual pena; en que se condenaba asimismo a nuestro ilustre Presidente, y en que en su furor de condenar y de cortar cabezas hasta se condenaba a muchos de sus correligionarios ¡

¿Qué es lo que se pretende aquí? Hay que decir al país la verdad. Lo que se quiere no es la libertad, sino la licencia, la anarquía, la impunidad para toda clase de crímenes, para toda clase de delitos.

¿Queréis hacer entender a las masas ignorantes de este país que aquí no hay libertad, que el Gobierno es un gobierno despótico, que aquí no hay más ley que la arbitrariedad ministerial, que aquí no rige más discusión que la voluntad del Gobierno? ¿Queréis hacer comprender eso a las masas para soliviantarlas? Pues yo os digo que eso no es leal, que eso no es digno de quien ocupa un escaño en esta Asamblea.

¿Qué he hecho yo con la circular que hace poco tiempo tuve la honra de suscribir, para que haya levantado esa polvareda, para que se exciten contra mí las masas, para pretender fundar en ella la sublevación con las arnas en las mano? ¿Se quebranta en ella algún derecho individual tal como en la Constitución se hallan consignados, tal como aquí se ejercen, que no hay país alguno, por libre que sea, en donde se ejerzan con más extensión?

Ninguno, absolutamente ninguno. La prensa, señores Diputados, no la toca para nada; la libertad de imprenta sigue como estaba; la inviolabilidad del domicilio nada puede temer de mi circular; tampoco el sagrado de la correspondencia; menos la libertad religiosa. ¿De qué se ocupa, pues, la circular? De los derechos de reunión y asociación. ¿Y en qué sentido? En el de quitar los abusos que matan esos mismos derechos; en el sentido de evitar que se hagan aborrecibles esos derechos, come vais haciendo [3805] aborrecibles ciertas libertades por los abusos que de ellas cometéis. ¿Qué es lo que hace esa circular? Únicamente impedir que se pueda abusar de esos derechos, impedir que en las asociaciones y en las reuniones se excite a la rebelión. que con ellas se tenga constantemente perturbado al país, y que en ellas se den gritos subversivos. ¿Se priva algo la discusión en ellas, aún de las cosas más sagradas, más elevadas y más santas? ¿No dice la misma circular que en esas asociaciones pueden discutirse todas las formas de gobierno? Lo que no puede hacerse lo que no debe hacerse, porque no es posible, donde hay leyes que lo prohíben, es proclamar formas de gobierno contrarias a la que la Constitución tiene establecida.

¿Y qué hago yo? ¿Prohíbo en la circular esas reuniones? No; les digo a los gobernadores que a todas aquellas asociaciones que no estén dentro de la ley, las intimen su disolución a no ser que quieran ponerse dentro de las condiciones legales. Pónganse dentro de ellas, y continuarán y serán respetadas en su derecho, pues que el gobernador no podrá hacer nada contra ellas.

¿Y qué prevengo yo a los gobernadores respecto de esas asociaciones que aún estando dentro de la ley cometen un delito excitando a la rebelión? Hagan Vds. lo que la Constitución previene. ¿Y qué previene la Constitución? Que la autoridad, por de pronto, suspenda esos clubs donde se cometen delitos, y entregue a sus autores a los tribunales. ¿Hago yo otra cosa que mandar entregar a los tribunales a los que delinquen? No tal: pues entonces no hago nada contrario a la ley fundamental. Si no hay delito, los tribunales les darán la razón y volverán a hacer uso de su derecho.

¿Dónde pone el Gobierno su mano sobre los derecho individuales? ¿En qué párrafo de la circular? Lo único que hace al Gobierno es lo que estaba en su derecho: impedir que a pretexto de asociaciones legítimas que están dentro de la ley, pueda haber asociaciones que estén fuera de las condiciones legales, que sean contrarias a la Constitución del Estado; y que a la sombra del derecho de asociación puedan asociarse, por ejemplo, los monederos falsos o los ladrones. Todos los demás, todo hombre honrado que dentro de la ley quiera moverse y realizar sus aspiraciones, abierto tiene el camino, y la circular en nada se lo impide: los únicos que pueden temer son los malvados, los que quieren burlarse de la Constitución que las Cortes Constituyentes han dado al país en uso de su soberanía.

El Sr. Pí y Margall ha dirigido también al Gobierno un cargo de que ya se había ocupado antes el Sr. Castelar, referente a la ley de 17 de abril, y que se aplicó primero a los insurrectos carlistas.

Nos decía el Sr. Pí que no tenemos la ley de orden público que previene la Constitución., Yo diré a S. S. que la ley de orden público hoy vigente es la del 17 de Abril: y no está vigente porque el Gobierno haya querido ponerla sino que lo está porque ya lo estaba antes, porque no ha dejado de estarlo ni un momento.

La ley del 17 de abril estaba vigente, porque la ley de orden público de 1886 no es derogatoria de ella, toda vez que esta última ley no tuvo más objeto que la ampliación de la del 17 de abril, pues siendo ésta esencialmente represiva, no tenía medida alguna preventiva, que fue a lo que tendió la ley de 1866.

La ley de 1868 no tiene medida alguna de represión de manera que, dadas las ideas del Gobierno que la dictó dicha ley no es más que el complemento de la de.17 de abril. La ley, pues, del 17 de abril está vigente.

¿Y qué ha hecho el Gobierno? Quitarle la amplitud, quitarle la postdata, digámoslo así, del Gobierno del año 66 o de las Cortes que la habían adicionado. ¿Por qué? Porque como la Constitución rechaza toda idea preventiva y la ley del 66 es esencialmente preventiva, el Gobierno, de buena fe, creyó que la ley del año 66 estaba fuera de la Constitución.

Quedó, por consiguiente, derogada, esa ley por la Constitución del Estado: quedó en pié, pero tal como es, la ley del 17 de Abril, y esa es la ley que ha aplicado el Gobierno cuando se ha visto en circunstancias extraordinarias. ¿Ha faltado por eso a su deber? No. La Constitución prescribe una ley de orden público para circunstancias extraordinarias, puesto que, como he dicho antes, se declara impotente para esas circunstancias.

¿Qué hace, pues, el Gobierno llegadas esas circunstancias extraordinarias? Llenar la necesidad que la misma Constitución indica. Y ¿por qué la llena el Gobierno? Porque las Cortes Constituyentes, por efecto de sus urgentes e importantes ocupaciones, entre ellas la misma ocupación de hacer la ley de orden público, no lo habían podido hacer, y la Constitución dice y declara que está vigente la ley del 17 de Abril.

Pero decía el Sr. Castelar: "esa es una ley inicua. " Señores, ¡una ley inicua la ley del 17 de abril! Esta ley, Sres. Diputados, no sólo no es una ley inicua, sino que para circunstancias extraordinarias no hay ningún país en el globo que tenga una ley más humanitaria y más liberal en su fondo. Es esencialmente liberal, porque establece de una manera tan valiente y tan terminante como no se había establecido nunca aquí, la unidad de fueros, el predominio y la exclusiva del fuero común, hasta el punto de que aparte de los casos en que el insurrecto sea cogido con las armas de la mano y por la fuerza armada encargada de su persecución, es juzgado por los jueces de primera instancia. Y se ve por esa ley, Sres. Diputadas, que a un brigadier del ejército, a, un oficial general que rompe la ordenanza, que se subleva contra el Gobierno, que se pone al frente de fuerzas facciosas, se le está juzgando por un juez. de primera instancia. Es esencialmente liberal, Sres. Diputados, porque no tiene medida ninguna preventiva, todas son represivas. Por consiguiente, la ley del 17 de Abril es en su fondo una ley esencialmente liberal, primero, porque no tiene medidas preventivas, segundo, porque viene a determinar el predominio del fuero común, de tal modo que excluye todo otro, a excepción de los casos en que los insurrectos sean cogidos con las armas en la mano y por las fuerzas encargadas de perseguirlos.

¿Puede decirse que es cruel una ley que aún después de cometido el delito le dice al delincuente. vuelve en ti, te aconsejo que te vuelvas a tu casa; te doy un plazo para que te arrepientas, y con sólo el hecho del arrepentimiento, estás libre de toda pena ¡Y todavía se dice que la ley es cruel y poco humanitaria. ¿Dónde han visto los que esto dicen, una ley para circunstancias extraordinarias que tenga estas condiciones? En ningún país, incluso aquellos que suelen presentarse como modelos de pueblos libres.

El Sr. Castelar se ha permitido atacar de una manera en mi opinión inconveniente a una de las primeras autoridades de España, al capitán general de Barcelona. Su señoría cree que el capitán general de Barcelona ha cometido una grandísima arbitrariedad. S. S. está equivocado, no está bien enterado de los sucesos. El capitán general de Barcelona se ha conducido como hombre conciliador al principio, como hombre enérgico después; pero de ninguna manera como militar sangriento. [3806]

No sólo pasó con mucho el plazo dado en el bando para que los milicianos nacionales entregaran las armas, sino que habiendo algunos que se negaban a ello, y habiendo salido con armas a, la calle y empezado a hacer barricadas, no se tomó providencia alguna contra ellos, petición de algunos Diputados que estaban allí, y de algunos individuos del ayuntamiento, se fue dando prórroga sobre prórroga hasta cinco prórrogas. Desde las cinco de la tarde en que concluyó el plazo, hasta las diez de noche no se rompió el fuego, teniendo los insurrectos todo ese tiempo a su disposición: y saben los Sres. Diputad como pagaban los insurrectos esta generosidad de parte la autoridad militar? Aprovechando ese tiempo para mandar comisionados a los pueblos inmediatos a Barcelona para decirles: ¡arriba, que Barcelona está en armas! Y he aquí el origen y la base principal de la sublevación de Cataluña, debida a la generosidad de la autoridad militar.

Pues bien: pasó tiempo todavía, se dispararon dos cañonazos en Monjuich para advertir al vecindario que desde aquel instante todo el que se encontrara en la calle sería considerado como rebelde; pasó una hora más todavía; hasta las diez y media no se rompió el fuego, después de todo esto se encontraba en las barricadas Sr. Serraclara. El Sr. Castelar dice que no se le ha cogido in fraganti; si eso no es coger a uno in fraganti, yo no sé lo que es: hágame el Sr. Castelar el favor de decirme cómo se ha de llamar el acto de coger a uno en una de las barricadas en que hubiera más fuego, después de todos esos trámites, después de los dos cañonazos de Monjuich, que indicaban que todo el que se encontrase entre los rebeldes era rebelde.

¿Y qué ha hecho después el capitán general de Cataluña? Después de esta indulgencia y de esta tolerancia con los sublevados, economizar todo lo que pudo la efusión de sangre; de tal modo, que resolvió el conflicto con muy contadas desgracias por una y otra parte, lo cual prueba su gran pericia y la buena combinación de los elementos con que el movimiento fue sofocado.

Señores, y es extraño que un militar que ha estado emigrado con el Sr. Castelar; que tantos sacrificios ha hecho por la causa de la libertad; que ha cumplido siempre con su deber como militar y hombre político, sea atacado por el Sr. Castelar en el momento precisamente en que S. S. debía aplaudirlo. Pero no he de hacer y aquí la apología del general Gaminde; la hace Barcelona recibiéndole por donde quiera que pasa con vítores y aplausos, llamándole su salvador; la hace Barcelona, en yo comercio, cuya industria, cuya riqueza toda se ha presentado al capitán general para felicitarle y ofrecerle sus servicios.

Y eso mismo esperamos que sucederá en las otra poblaciones a donde la insurrección ha cundido, porque eso de que el país es republicano, después se ve que son republicanos los que alborotan más, los perturbadores pero apenas desaparecen, no queda un republicano: hoy en Barcelona no queda un solo republicano.

Por lo demás, señores, y siento haberme detenido más de lo que esperaba, no dejemos extraviar la opinión por lo que hace a los derechos individuales: se cree aquí que en los países que se nos citan como tipo de países libres, la libertad es absoluta, omnímoda, y no hay nada de eso; están establecidas en esos países la libertad de enseñanza, la libertad de cultos, la de imprenta y la de reunión y asociación; pero cada una de ellas tiene sus límites, y esos límites son precisamente su mayor garantía; ellos son los que aseguran su conservación.

Por lo demás, señores, aquí, como en todas partes, hay muchos que se proponen ir atacando los derechos individuales: los unos quieren demoler la libertad de imprenta haciendo de ella todo lo que pueda ser aborrecible, convirtiendo las redacciones en depósitos de calumnia y de difamación, haciendo de los pobres expendedores de periódicos traficantes de tan infame mercancía: otros quieren destruir el derecho de reunión y de asociación excitando a los obreros a que abandonen el trabajo, a que vayan a los meetings y a que se coaliguen para destruir Las industrias que les producen el sustento; otros, por otro estilo se proponen y toman como tarea ordinaria el, desconsiderar la religión, hacen odiosa la libertad de cultos, y hacen con su fanatismo y sus exageraciones más incrédulos y más indiferentes que todos los libros de Voltaire y sus sectarios.

Señores, el edificio de nuestras libertades caería pronto ante los golpes de tantos demoledores de tan distinta especie si no estuviera protegido por las disposiciones que impiden que esos demoledores traspasan ciertos límites; porque si es justo que los ciudadanos extraviados de buena fe tengan toda la amplitud necesaria para adquirir la experiencia del daño que con sus extravíos hacen a la sociedad Pero, no es conveniente de ninguna manera permitirles ir tan allá, que pongan en peligro el orden social y las instituciones del país.



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